martes, 14 de julio de 2009

La Voz del Interior 27 de enero de 1980 Cristina Castello
Manuel Reyna, un viaje tierra adentro
Por siempre el paisaje
Es como hacer un viaje tierra adentro. Por esos sitios donde el aire es puro, la lluvia el milagro y aun es posible escuchar el silencio. Tal la sensación que deja un diálogo con don Manuel Reyna; tan inserto está en aquel paisaje de su niñez, que es un pedazo de esas serranías
Aunque su rostro registra los desvelos pasados, conserva la frescura; y su sonrisa es una invitación a la amistad.
Así- verdad, entrega, hondura- el hombre. Así también el artista; por eso su obra tiene esa nostalgia que surge de la silenciosa serenidad de esos tonos bajos, tan de siempre suyos
Ayer y el paisaje
Nació en el Carrizal-al lado de Capilla del Monte- hace sesenta y siete almanaques. En ese “lugar que tiene apenas cuatro casas”, aprendió el idioma del paisaje y aún hoy, cuando visita su pedazo de cielo, cada sendero reconoce sus pasos. Es que hace tiempo él descubrió en aquellos paseos en busca de piedras, piezas arqueológicas, paz color:La imagen de Fidel Pelliza- también nativo de esas tierras- tuvo en Reyna una influencia decisiva: “Fue un artista de leyenda- señala- por quien se me ocurrió empezar a pintar”. Cuando los pinceles se encariñaron con sus manos, las serranías se trasladaron a las telas con toda su belleza, su melancolía y su verdad. Tenía entonces treinta años y ya nunca más intentó otro rumbo; ese era, sin duda, destino. Después se instaló en esta ciudad y conoció los pintores que por aquellos primeros años de la década del 50, caminaban por las calles cordobesas. “Recién entonces- destaca- en contacto con “ese mundo y con esos seres que amaban tanto la pintura, empecé a comprenderla”.
Sin embargo, cuando intenta decir que es el arte, se desconcierta. Quizás porque hay cosas que no requieren de tantas explicaciones: existen, se sienten y conocen. O no. Por eso Don Manuel Reyna busca esa definición, sonríe, se pone serio, piensa y finalmente señala: “Nunca había pensado en ello; es … no sé, una manifestación muy particular de algunas personas … todos podemos tener algo de artistas, sólo hay que descubrirlo. Pero cuando en alguien existe capacidad creadora, en un momento u otro se descubre”. “si estoy seguro- concluye- que la virtud más importante de un artista es ser, primero, un buen hombre”. Así, tan verdadera y tan simple, su concepción del arte y del artista.Después de la primera etapa de paisajes, siguió otra con mil caminos. Hizo pintura geométrica y ganó premios con sus incursiones informalistas, hizo esculturas y trabajó con tinta china; y dejó el testimonio de su entrega, en murales de esta ciudad. Morteros, Cosquín, Río Tercero y muchos otros sitios. Lo probó todo. Pero volvió a los paisajes.
Después de la primera etapa de paisajes, siguió otra con mil caminos. Hizo pintura geométrica y ganó premios con sus incursiones informalistas, hizo esculturas y trabajó con tinta china; y dejó el testimonio de su entrega, en murales de esta ciudad. Morteros, Cosquín, Río Tercero y muchos otros sitios. Lo probó todo. Pero volvió a los paisajes. De nuevo los ríos y montañas, las piedras, las capillas perdidas en las serranías, los animales y las casas, con ese aroma del pan al mediodía.
Pero de sus pinceles surgió también, la ciudad. Desde su particular manera de percibirla, claro. Hace tiempo los tonos bajos salieron de su paleta, para reflejar también los barrios cordobeses. “ No sólo es importante el paisaje geográfico – señala- sino la gente que lo habita, que es quien le otorga a cada uno, características únicas y diferenciadas”. Por eso , don Manuel Reyna sale a recorrer todos los sectores de esta Córdoba que eligió para quedarse; aunque no olvida el Valle de Punilla y el sur de la provincia, sobre todo la zona cercana a Río Segundo. Entonces vive cada sitio, con sus paisajes y sus modalidades y deja que, con libertad, trabajen su intelecto e intuiciónLuego, sin saber porqué, en cada tela estalla un paisaje diverso, con sus particularidades. “Creo que mi pintura es americana – reflexiona- y quisiera vigorizar el legado indígena. Además, creo tener rasgos raciales americanos, lo cual explica el empleo de los tonos bajos”. Desde 1954 – año de la primera de sus muestras- realizó numerosas exposiciones, en distintos lugares del país y en el exterior. También ganó muchos premios locales y nacionales. Sin embargo, la humildad es uno de sus rasgos distintivos; también el reconocimiento hacia los maestros que le enseñaron las técnicas, pues no hizo estudios sistemáticos de pintura. Así, a pesar de la resonancia que hoy tiene la obra de Reyna, él prefiere no referirse a sus éxitos; pero – si- hablar, mucho y hondo de sus amigos Por eso recuerda con especial cariño el último de los premios que obtuvo; cuando el pasado 8 de diciembre se le adjudicó el segundo lugar – el primero fue para Luís Sosa Luna- en el concurso de manchas “El color de mi ciudad”. “ Fue algo hermoso ese encuentro en el paseo Sobremonte – destaca – porque permitió que los amigos trabajemos en conjunto, y recibamos a otros, para integrarlos”.
Así es Don Manuel Reyna, aire puro, silencio, amistad. Aunque por momentos lo invada ese recelo de los hombres de campo, que estudian al viajero antes de desgranar la copla. Pero luego, si él encuentra una fibra parecida, es una ofrenda continua de todo lo suyo. Entonces, la tímida altivez de su mirada desaparece en el abrazo. Es que, para hablar con él, hay que realizar un viaje . Hay que meterse Tierra adentro.

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